¿Innovar es la respuesta?

Lic. Verónica López

La prioridad es hacer mejor las cosas

 con los “medios que hay a bordo”

para los niños que están presentes.

 

 

 

En el reciente trabajo, realizado desde el OBSERVATORIO de EDUCACIÓN, de nuestra COOPERATIVA, con el objetivo de conocer el interés por aprender que hay en el estudiantado, se les realizo puntualmente, a los y las docentes la siguiente consulta: ¿Qué sería necesario modificar para optimizar el aprendizaje? Las respuestas se expresan en el siguiente cuadro

 

Allí se puede observar como, mayoritariamente, la opinión del profesorado ronda en cambiar las estrategias de enseñanza.

Fue a partir de esta respuesta que se construye la pregunta: ¿Es la innovación el camino para optimizar el aprendizaje?

Como forma de acercamiento a un análisis crítico-reflexivo recurrimos a Anne-Marie Chartier[1] que desarrolló una conferencia (2019),con el título:¿Bajo qué condiciones, las innovaciones pedagógicas podrían mejorar el desempeño de los alumnos?[2]

Tomaremos algunos párrafos de su ponencia a modo de disparador para pensar una posible respuesta:

(..)estamos acostumbrados a relacionar innovación y desempeño; leemos en los medios que las empresas más eficaces son las que innovan. Debido a que también se escucha ese mismo discurso en el mundo de la acción política y social, de proyectos culturales y de asociaciones caritativas, tendemos a pensar que  se  trata  de  una  ley  general  de  la  vida  actual:  para  mejorar  los  resultados  de una acción cualquiera, para tener éxito, hay que innovar. Evidentemente, lo mismo se piensa en el mundo de la educación. Para luchar contra el fracaso, para mejorar los resultados escolares, para instruir mejor a las nuevas generaciones, para  preparar  el  futuro,  hay  que  innovar.  “Innoven,  o  están  perdidos”,  es  el  slogan actual. ¿Por qué aceptamos esta imposición como si fuese una evidencia?

Para reflexionar con ustedes sobre esta cuestión, quisiera intentar responder a tres preguntas:

Primero, ¿qué innovaciones han impuesto esta evidencia en la educación? Después, ¿las innovaciones pedagógicas más recientes han confirmado o desmentido las innovaciones precedentes? Finalmente, ¿cuál es el margen de acción de los maestros frente a las innovaciones que los rodean? ¿Podrían estos definir las condiciones que hagan que una innovación sea benéfica para los alumnos?

Anne-Marie Chartier resume sus conclusiones de la siguiente manera:

Una innovación sólo es eficaz para los alumnos cuando el profesor puede dominarla, es decir, anticipar la aplicación previendo los inconvenientes y las posibles ventajas. En otras palabras, si puede apropiársela e integrarla a su práctica anterior. Si no es el caso, si la innovación le es impuesta desde lo alto sin que pueda darle sentido ni hacerla suya, no se puede estar seguro de que los beneficios esperados “teóricamente” lleguen alguna vez. Por  ejemplo,  ¿qué  pensar  hoy  de  la  introducción  de  herramientas  digitales  en  la clase?  La  escuela  no  puede  permanecer  a  distancia  de  esta  revolución  tecnológica  que  ha  modificado la vida de las familias, la comunicación entre adolescentes y la relación de los niños  con  las  pantallas  táctiles.  Muchos  están  listos  a  creer  que  las  máquinas  producirán  efectos benéficos por sí mismas, por el solo hecho de su presencia y uso en clase, cuando la guía del maestro sigue siendo esencial, como lo es en las actividades lúdicas de los métodos activos.  En este  caso,  cada  profesor  puede  percibir  rápidamente  las  ventajas  y  desventajas que se desprenden del uso del material educativo, y puede juzgar por sí mismo el beneficio de las transformaciones introducidas. La dificultad actual viene de que la experiencia concreta de los maestros se encuentra cada vez más rebatida por las evaluaciones científicas. Por ejemplo, ciertos dispositivos de ayuda a alumnos en dificultad, que satisfacían tanto a los maestros como a los padres, fueron juzgadas como no  pertinentes  puesto  que  el  progreso  realizado  no  fue  “estadísticamente  significativo”. Las ayudas ministeriales que recibían estos grupos para financiar esos talleres de lectura, fueron suprimidas

En la actual coyuntura llena de grandes cambios, el problema no es la innovación. Sea como fuere, de  todas  formas,  estamos  rodeados  de  innovaciones  políticas,  tecnológicas  y  económicas; para bien o para mal, las queramos o no.

 El desafío de los profesores consiste entonces en resistir a los slogans que predican siempre mayor novedad, sobre todo cuando se trata de ofertas de material, de máquinas y programas de computadora que supuestamente resolverán todos sus  problemas.  Para ofrecer a los  niños  un  mundo  escolar  habitable,  estos  necesitan  un  marco  de  estabilidad.

 Amaestrar para  ellos –el profesorado-  las  innovaciones  requiere  de  dos  cosas.  Por un  lado,  de  un  tiempo  de  formación  continua  para  estar  informado  de  la  evolución  de  los  sistemas  educativos  a  corto  y  mediano  plazo,  y  también  de  momentos  para  intercambiar  opiniones  con  los  colegas  confrontando  experiencias  y  puntos  de  vista.  Por otro lado, una gran capacidad de resistencia a los slogans del consumismo pedagógico, así como a los discursos políticos que contienen tantas promesas ilusorias como exigencias inalcanzables.

La prioridad es hacer mejor las cosas con los “medios que hay a bordo” para los niños que están presentes.

 



[1] École Normal Supériuere de Lyon Francia.

[2] Conferencia   desarrollada   por   la   autora   en   las   XI   Jornadas   de   Investigación   Educativa, organizadas por el Área Educación, CIFFyH-UNC y la Escuela de Ciencias de la Educación, FFyH-UNC, 9 al 11 de octubre de 2019